LOS PELIGROS DEL REPLIEGUE AGRESIVO DE LOS EEUU PARA UNA ARGENTINA DOGMÁTICA

por José Luis Sersale

Donald J. Trump ha vuelto a la Casa Blanca. Nuevamente, “América para los americanos”. La política exterior de los Estados Unidos reingresa en una fase acelerada de ‘aislacionismo’ relativo. “Make América Great Again” es el retorno al hemisferio donde se inició todo. Una vuelta a los orígenes del pensamiento estratégico estadounidense. Nostalgia de un pasado prístino.

La postura aislacionista de los Estados Unidos se remonta al rechazo de George Washington (1796) de las alianzas que atan artificialmente al país a las vicisitudes de la política europea. Las ventajas de la situación geográfica de los Estados Unidos fueron advertidas por Washington: “¿Por qué perder las ventajas nacidas de nuestra especial situación en el globo? ¿Por qué unir nuestros destinos a los de cualquiera parte de Europa, comprometiendo nuestra paz y prosperidad en las redes de las rivalidades, intere­ses y caprichos europeos? Nuestra política debe consistir en retraernos de alianzas permanentes hasta donde seamos libres de hacerlo, sin que por esto patrocine yo la infidelidad a los tratados existentes.”

Años más tarde, fue la Doctrina Monroe (1823) la que terminó por convertir al océano Atlántico en el foso protector (Kissinger, 1995) de los Estados Unidos. Formulada por quien fuera entonces su Secretario de Estado, John Quincey Adams, futuro presidente, la Doctrina Monroe advertía a las potencias europeas vencedoras en las guerras napoleónicas (Santa Alianza, 1815) que los Estados Unidos estarían dispuestos a ir a la guerra en caso de que alguna de ellas intentara extender su influencia a cualquier porción del continente americano.

Esferas de influencia separadas para América y Europa, no colonización y no intervención de las potencias europeas en el continente americano eran los puntos centrales de aquella doctrina. Se ponía en evidencia la clara ruptura entre el Nuevo y el Viejo Mundo. Las potencias imperialistas (europeas) no debían interferir en los asuntos de los nuevos estados americanos que recién se independizaban. El hemisferio occidental pasó a constituirse en área de influencia exclusiva de los Estados Unidos.

Con la expansión hacia el oeste, iniciada a fines del siglo XVIII y que se desarrollara durante buena parte del siglo XIX mediante anexiones y compras de territorios, guerras y desplazamientos de pueblos indígenas, los Estados Unidos triplicaron su territorio logrando extenderlo de océano a océano. La adquisición de Alaska (1867), la guerra contra España (1898) y la separación y posterior independencia de Panamá (1903) luego de la ‘guerra de los mil días’ (1899-1902) -impulsada con la finalidad de construir el canal bioceánico- terminan de consolidar el ascenso definitivo de los Estados Unidos a la condición de potencia dominante hemisférica. A lo largo del siglo XX su influencia en la escena internacional ha sido tan decisiva como ambivalente, alternando pragmatismo e ideología, intervencionismo y aislacionismo. Su conducta ha oscilado entre excepcionalismos.

La postura “aislacionista” de Washington puede interpretarse entonces como la expresión natural surgida de una posición geográfica singular, la de un territorio alejado de potencias hostiles, mayormente despoblado y rodeado de vecinos débiles. El aislacionismo significaba, en la práctica, evitar cualquier tipo de enredo en el complejo sistema de equilibrio de poder propio del continente europeo, que los líderes norteamericanos despreciaban.

La irrupción plena de los Estados Unidos en la escena global y el ascenso posterior a la condición de gran potencia y potencia hegemónica lo condujo a un protagonismo sin precedentes, al ejercicio de un liderazgo global desde el cual modelar el mundo según su visión e intereses. Un orden internacional basado en el libre comercio, la superioridad de la democracia liberal y la expansión de una red de organizaciones internacionales capaces de aportar la legitimidad necesaria para asegurar su continuidad. Una creación de los Estados Unidos y sus aliados, que Donald Trump ha decidido dejar atrás.

El repliegue estratégico de los Estados Unidos de Trump, su actitud “aislacionista”, podría inducirnos a interpretaciones equivocadas. Aún durante las fases más consistentes de aislacionismo por las que atravesara la política exterior norteamericana en el pasado siglo, ese repliegue se ha visto matizado tanto por la naturaleza de los intereses en juego como por la jerarquía de los compromisos asumidos con ciertos actores estratégicos.

En definitiva, “aislacionismo” no equivale a no intervención. Lo que la postura “aislacionista” abandona es la disposición característica de la “política de cruzada” a emplear el poder militar en “tierras lejanas” para suprimir amenazas reales o potenciales allí donde surjan (Afganistán, Irak). El ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono marcaría el punto cúlmine de la estrategia de primacía (Paul Wolfowitz, Donald Rumsfeld, Dick Cheney), pero también el inicio del declive hegemónico.

La política exterior de Trump es la respuesta al quiebre del ciclo de hegemonía de los Estados Unidos en el orden internacional. El progresivo agotamiento de su liderazgo coincide con el crecimiento de potencias medias poco proclives a seguir los deseos de Washington y, fundamentalmente, con el vertiginoso ascenso de la República Popular de China que, en un mundo forjado por la globalización y el globalismo de inspiración estadounidense, ha logrado consolidarse como una potencia manufacturera exportadora capaz de suministrar cantidades inagotables de bienes, tecnologías y servicios a otras economías, incluyendo a la de los Estados Unidos. La “guerra comercial” iniciada constituye, paradójicamente, un evidente síntoma de la debilidad y falta de confianza de los Estados Unidos. Aranceles, nuevos marcos regulatorios de control, revisión de alianzas y de acuerdos, sanciones y amenazas a países, empresas, compañías y personas que no se adapten a las exigencias de Trump conforman el abanico de medidas que buscan disciplinar. Se trata, por todos los medios, de (im)poner un freno al impulso productivo de la economía china.

El tono agresivo que Washington le imprime a la disputa geopolítica incluye, por ejemplo, exigir la dimisión del CEO de la compañía Intel Corp. por sus presuntos vínculos con China. La presión gubernamental sobre la compañía culminó con la adquisición del 10% del paquete accionario en una operación de casi u$s 9.000 millones de dólares. El objetivo: fortalecer la producción de semiconductores en suelo estadounidense y controlar el acceso a un insumo clave en el desarrollo de nuevas tecnologías. En sintonía con ello, las autoridades norteamericanas finalmente otorgaron la licencia de exportación a China del chip H20 producido por Nvidia, a cambio de quedarse con el 15% de la operación. Sin embargo, mantuvieron la prohibición sobre el chip más avanzado para inteligencia artificial llamado “blackwell”. El Pentágono adquirió el 15% de la empresa MP Materials, la más grande en volúmenes de producción de tierras raras, en una operación de unos u$s 400 millones de dólares destinada a disminuir la dependencia que los Estados Unidos tiene de China en el suministro de estos materiales. Vale todo. La decisión de China de incorporar la inteligencia artificial como pilar de la modernización de su aparato militar agudiza la disputa por el acceso a minerales críticos. La competencia por el dominio tecnológico se intensificará en los próximos años y la disputa por la innovación será el principal campo de batalla donde se librará esa competencia. Las asimetrías tecnológicas tienen y tendrán profundas implicancias de orden geopolítico. Expuestas a vulnerabilidades de todo tipo, ninguna potencia que aspire al liderazgo podrá depender de componentes y/o tecnologías de origen extranjero en sus sistemas críticos.

En el giro aislacionista de Trump el compromiso estadounidense con la defensa europea se diluye. Los países europeos deben financiar los gastos necesarios de su defensa. Mientras tanto, el presidente Vladimir Putin posa su mirada sobre el centro de Europa. La Rusia de Putin es euroasiática. Hacia el Este y hacia el Oeste. En el nuevo orden que se empieza a forjar, las aspiraciones de las grandes potencias a disponer de un área de influencia privilegiada son legítimas. La cuestión ucraniana es el primer capítulo.

Se trata de un retorno al núcleo duro del estudio pragmático de los espacios de significación geopolítica y de las políticas territoriales.  Los objetivos y cursos de acción de esas políticas darán impulso a una etapa de reconfiguración de áreas geográficas que, durante años, permanecieron estabilizadas y que, en lo sucesivo, serán objeto de confrontaciones y disputas. En el mundo que viene, “los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”.

Una diplomacia atenta debería tomar nota de todas estas circunstancias, dinámicas y actitudes. Los Estados Unidos se repliegan precipitadamente sobre el espacio americano bajo una configuración agresiva. Hegemonía continental bajo el lema “América para los estadounidenses”. Las consecuencias se harán sentir desde el Ártico a la Antártida.

En ocasión de brindar su discurso inaugural de toma de posesión del cargo de presidente, Trump señaló: “nuestra soberanía será reclamada. Nuestra seguridad será restaurada. La balanza de la justicia se reequilibrará”. Soberanía, seguridad y justicia interpretadas en clave de emergencia nacional. En el plano interno, se invocan poderes extraordinarios que desafían los límites constitucionales y legales. El nuevo espacio de significación geopolítica americano sobre el cual se reclama “soberanía” se dibuja sobre unas “fronteras ampliadas”. Donald Trump está convencido de que el espacio más inseguro se encuentra en las inmediaciones de los Estados Unidos. Es preciso frenar la “invasión”.

El repliegue estratégico podría incluir una amplia revisión de la presencia militar estadounidense en el mundo. ¿Qué ventajas ofrecen los despliegues avanzados de fuerzas en zonas del mundo que perdieron relevancia geopolítica? ¿Cuáles son los riesgos potenciales que enfrentan ante situaciones de crisis? ¿Qué grado de eficiencia operativa pueden alcanzar en tales casos? Estos podrían ser algunos de los interrogantes a la hora de evaluar la situación.

Proteger a los Estados Unidos implica, en la mirada de Trump, un retorno al territorio del “destino manifiesto”. La nueva postura habilita una mayor actividad de los Comandos Militares unificados Norte (NORTHCOM) y Sur (SOUTHCOM). Los Estados Unidos asumen una postura decididamente agresiva sobre el espacio geopolítico de seguridad que se extiende desde Groenlandia y Canadá hasta el Mar Caribe, proyectándose hacia la porción septentrional del cuadrante andino para incluir a Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú (1).

Al sur de esta “nueva frontera geopolítica”, la restauración hegemónica se organizará preferencialmente en torna a: i) un retorno a un bilateralismo duro signado por el desarrollo de acciones destinadas a forzar posicionamientos en favor de las iniciativas de Washington y obtener concesiones en su agenda de prioridades en materia de seguridad; ii) una mayor actividad orientada a lograr instalar fuerzas militares e infraestructuras de uso dual en las inmediaciones de áreas dotadas de recursos naturales críticos; y, iii) un decidido apoyo a líderes políticos ideológicamente alineados. En esta porción del continente, el imperativo estratégico es detener el avance de China y forzar su salida del continente.

La frontera sur

El nombre es el destino. “Nomen est omen” solía afirmarse en la antigua Roma. El poder del nombre y, por lo tanto, el poder de nombrar, parece conferir un propósito a aquello que se denomina. En su primer día en la Oficina Oval, el presidente Trump firmó una Orden Ejecutiva modificando la denominación del Golfo de México para llamarlo “Golfo de América”. Clave para asegurar el potencial energético de los Estados Unidos por las inmensas riquezas que aloja de petróleo y gas, el destino de esta cuenca oceánica ubicada entre los litorales de México, Cuba y los Estados Unidos es convertirse en un “lago interior” estadounidense. Primera y elocuente muestra de la voluntad de Washington de reclamar una nueva hegemonía sobre su espacio geopolítico de seguridad (2).

“Tenemos un gobierno que ha otorgado fondos ilimitados a la defensa de fronteras extranjeras, pero se niega a defender las fronteras estadounidenses o, aún más importante, a su propia gente (…) primero, declararé una emergencia nacional en nuestra frontera sur (…) y enviaré tropas a la frontera sur para repeler la desastrosa invasión de nuestro país…”. Una de las 22 órdenes ejecutivas firmadas por Trump aquel primer día declara la emergencia nacional en la frontera sur con México en los siguientes términos: “la soberanía de los Estados Unidos está bajo ataque. Nuestra frontera sur está invadida por carteles, pandillas criminales, terroristas reconocidos, traficantes de personas, contrabandistas, hombres en edad militar provenientes de países que son adversarios y cuyos antecedentes no han sido revisados, y de narcóticos ilícitos que perjudican a los estadounidenses”. Cambio drástico de la política migratoria. Inédito despliegue de despliegue de fuerzas militares para contener la “invasión”. La emergencia pasa por alto la Ley Posse Comitatus (1878), que prohíbe el empleo de fuerzas armadas como instancia de aplicación de la ley. En junio pasado, en el marco de las protestas registradas en la ciudad de Los Ángeles contra las redadas migratorias, el presidente Trump declaró que, de ser necesario, invocará la Ley de Insurrección (1807) que otorga facultades para desplegar a las fuerzas armadas en el territorio nacional para reprimir episodios de desorden civil. Las migraciones son sinónimo de criminalidad. Es preciso emplear el Comando Norte para sellar las fronteras y mantener la soberanía e integridad territorial de los Estados Unidos. Más de 8000 soldados patrullan la franja fronteriza con México. El Pentágono envió a la zona vehículos blindados, aviones espía, drones de vigilancia, helicópteros y dos destructores de la Armada para monitorear la frontera terrestre y las costas del Pacífico y el Golfo de México. Se han militarizado dos extensas áreas de terreno a lo largo de la frontera con Texas y Nueva México, para incorporarlas como extensiones de las bases militares cercanas. El jefe del Comando Norte señaló que la operación podría prolongarse indefinidamente. En esta nueva orientación, se adopta el modelo de Texas, que dejó de lado el despliegue “en apoyo de agencias civiles de aplicación de la ley” para pasar a una postura de empleo agresivo de la Guardia Nacional contra los migrantes. Las fronteras legales también entran en crisis.

China debe ser expulsada del espacio geopolítico de interés de los Estados Unidos

Mientras la carrera por el predominio tecnológico se profundiza, en los últimos años la influencia de la República Popular de China se amplió notablemente. Los vínculos comerciales de la región con la potencia asiática crecieron de forma significativa, así como también los lazos con diversos actores subnacionales (paradiplomacia). Gobierno y empresas chinas ganaron terreno en actividades diversas y sectores críticos, a través del financiamiento, las inversiones y los desarrollos en materia de: (a) energía y recursos naturales, (b) infraestructuras críticas y (c) tecnología y redes de telecomunicaciones. El anuncio de las autoridades estadounidenses sobre el desmantelamiento de los programas de ayuda en el marco de la USAID es evaluado como una oportunidad de expandir su influencia por parte de China. Sus vínculos con gobiernos, organizaciones y personalidades en la región son interpretados en clave geopolítica desde Washington. Un escenario exigente en términos diplomáticos, donde las habilidades de negociación, comunicación y promoción de los intereses estratégicos serán más decisivas que nunca.

Volver al pasado: Canal de Panamá. Militarización del Mar Caribe.

El presidente Trump manifestó estar dispuesto a una acción militar para “recuperar el control del Canal de Panamá”. Argumentó una violación a la neutralidad debido a la creciente influencia china en la operatoria de esta estratégica vía fluvial. Solicitó formalmente al Pentágono opciones militares para garantizar el acceso sin restricciones al canal. “Recuperar el control” implica un retorno a la situación previa a la firma (1977) del Tratado de Neutralidad y del Tratado del Canal de Panamá.

El Secretario de Estado, Marco Rubio, realizó tres viajes oficiales a la región. En pocos meses, visitó Panamá, El Salvador, Guatemala, República Dominicana, Jamaica, Guyana, Surinam -allí se reunió con los jefes de estado de Barbados, Trinidad y Tobago y Haití- y, finalmente, estuvo en México y Ecuador. En todas esas visitas oficiales, las migraciones, el narcoterrorismo y la influencia china fueron los temas dominantes de la agenda.

Su primera gira oficial lo depositó en Panamá. Allí mantuvo un encuentro con el Presidente panameño, José Mulino; recorrió las instalaciones del Canal y logró, concluida la visita, forzar la salida de Panamá de la iniciativa conocida como la Ruta y la Franja de la cual formaba parte desde 2017 (3).

El Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegseth también visitó Panamá. Su visita culminó con la suscripción de un memorándum de entendimiento en materia de seguridad que habilita el uso de instalaciones en zonas del Aeropuerto Internacional Pacífico – Base Aérea Teniente Octavio Rodríguez, de la Base Naval Vasco Núñez de Balboa – Base Naval Capitán de Fragata Noel Antonio Rodríguez y de la Base Aeronaval Cristóbal Colón. Fortalecer la cooperación y el entrenamiento militar conjunto destinados a garantizar la operatividad ininterrumpida del Canal y contrarrestar amenazas a la seguridad de los Estados Unidos como el narcoterrorismo y las migraciones ilegales. “… mantendremos el Canal seguro y disponible para todas las naciones a través del poder disuasivo de la fuerza de combate más fuerte, más eficaz y más letal del mundo. Haremos esto en asociación con Panamá. Juntos, recuperaremos el Canal de Panamá de la influencia china, y lo haremos junto con otros aliados y socios capaces y con ideas afines. Esto es lo que significa la paz a través de la fortaleza (…) el 70% de los barcos que pasan por este canal van hacia o desde puertos estadounidenses. Ahorra casi ocho mil millas de viaje para el comercio entre nuestras costas. Casi 100 embarcaciones militares de Estados Unidos transitan el canal cada año”.

Dispuesto a hacer uso de todos los recursos para terminar con la influencia china, el gobierno de Trump forzó la adquisición por parte de la sociedad de inversión Blackrock -la más grande en gestión de activos del mundo, usualmente conocida como “fondo buitre”– de los puertos de Balboa sobre el Pacífico y San Cristóbal en el Atlántico, ambos localizados estratégicamente a las puertas de la vía interoceánica, operados por el conglomerado Hutchison Ports de Hong Kong. La venta aún permanece bloqueada por las exigencias de Xi Jinping de incluir un socio chino en dicho conglomerado. Las autoridades de los Estados Unidos han manifestado que la recuperación del control del Canal de Panamá tendrá lugar “por las buenas o por las malas”.

Recientemente, el Comando Sur de los Estados Unidos informó la realización de ejercicios militares en Puerto Rico y el Mar Caribe, que incluyeron el despliegue del buque de asalto anfibio Iwo Jima y la 22° Unidad Expedicionaria de los Marines, realizando operaciones de simulacro de desembarco anfibio. Al menos 8 buques de guerra, aviones de vigilancia y un submarino nuclear de ataque fueron desplazados a la zona próxima a las costas de Venezuela. En julio pasado, Trump firmó una directiva secreta ordenando al Pentágono el uso de la fuerza militar contra los cárteles de drogas designados, los cuales fueron calificados como “organizaciones terroristas”. En virtud de los poderes especiales concedidos tras el 11-S, aún vigentes, el empleo de la fuerza militar en estos casos no requiere la intervención del Congreso.

Este inédito despliegue militar parece encaminado a forzar, más temprano que tarde, un cambio de régimen en Venezuela, alentado por el ala más dura del gobierno. Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, que ha construido buena parte de su identidad neoconservadora en el ecosistema político de Miami lidera el endurecimiento de la política hacia Cuba, designada como “estado patrocinador del terrorismo”. En el último año, la isla sufrió al menos 5 cortes masivos de suministro eléctrico, incrementando el descontento de la ciudadanía ya golpeada por los recortes en las cartillas de racionamiento en un contexto de recrudecimiento del bloqueo económico. La gama de opciones que la historia nos enseña han sido empleadas para forzar cambios de régimen es amplia. Nicaragua, Cuba y Venezuela han sido declarados como regímenes “enemigos de la humanidad” por Marco Rubio. Una eventual opción militar implica una demostración limitada de fuerza sobre un oponente ostensiblemente más débil. Estas acciones han operado en el pasado como catalizadoras de la “confianza” que, según Trump, los Estados Unidos debe recuperar.

El asesinato del candidato colombiano Miguel Uribe Turbay agudizó el interés de los Estados Unidos por el desenlace de las elecciones del año próximo. En una editorial reciente, The Economist recordó que en enero de 1991, la periodista Diana Turbay, hija de un ex presidente y madre de Miguel Uribe Turbay, fue asesinada por orden de Pablo Escobar mientras investigaba la violencia narco criminal dirigida hacia los candidatos presidenciales en uno de los períodos de la historia colombiana más violentos. El espacio andino caribeño ha sido clave en términos de seguridad para los Estados Unidos, que busca estabilizarlo a través del apoyo a sectores y líderes políticos afines a Trump. Hasta que finalmente ocurra, Ecuador tendrá un papel decisivo si finalmente se logra la reapertura de la Base de Manta.

Una “necesidad militar” para los Estados Unidos.

Por lo visto y oído hasta ahora, Groenlandia es más relevante para los Estados Unidos que los territorios anexados por Rusia. Durante su discurso ante el Congreso en marzo pasado, el presidente Trump señaló: “Esta noche también tengo un mensaje para la increíble gente de Groenlandia (…) apoyamos enérgicamente el derecho que tienen para determinar su futuro. Y si así lo eligen, les daremos la bienvenida a Estados Unidos (…) Necesitamos a Groenlandia por seguridad nacional e incluso internacional (…) Lo necesitamos de verdad para la seguridad global y creo que vamos a lograrlo. Vamos a conseguirlo de un modo u otro”.

Factores como proximidad al territorio de los Estados Unidos, acceso a las rutas marítimas que se abren en el Ártico y unas comprobadas riquezas en recursos naturales estratégicos se utilizarán para justificar el incremento de la presencia militar en la isla.

Desde la instalación de bases estadounidenses en su territorio (1941), Groenlandia ha sido considerada como una “necesidad militar”, un engranaje indispensable del sistema de alerta temprana de misiles balísticos y detección de submarinos nucleares rusos que operan desde Murmansk.

Ganar la confianza de la población para conducirla hacia los Estados Unidos es el primer objetivo. Los servicios de inteligencia de Dinamarca alertaron, semanas atrás, sobre la realización de campañas de influencia orientadas a sembrar la discordia con el gobierno autónomo del territorio. Las autoridades danesas denunciaron el empleo de técnicas de desinformación y la presencia de agentes sobre el terreno.

Verticalidad geopolítica y antidiplomacia

Inmerso en el anunciado fracaso de un programa que ni los propios funcionarios del equipo económico entendían, la Argentina se encuentra a las puertas de una nueva crisis de deuda. La historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa escribió Karl Marx a mediados del siglo XIX. Base monetaria, tasa de interés, roll over, punto anker y riesgo país son los temas del momento. El superávit fiscal es un imperativo categórico. Con la mira puesta en los sectores vulnerables, todo vale si se trata de alcanzar la codiciada meta. Paradójicamente, sus defensores a ultranza endeudan sistemáticamente a la Argentina, sometiéndola a condicionamientos y condicionalidades externas cada vez más oprobiosas. Las nuevas deudas que se contraen para financiar aventuras electorales ya no son un problema moral ni agravan nuestras dificultades. Los créditos del FMI y los nuevos empréstitos internacionales en realidad no aumentan nuestra posición deudora. Sin embargo, nadie explica los términos y las condiciones de esos nuevos préstamos. ¿Serán los ingresos de YPF una de las garantías requeridas? El trámite parlamentario es deliberadamente omitido. Es cierto que habrá que reescribir muchos manuales si, finalmente, el Nobel de Economía llega a las manos de esta reedición del “dream team económico”.

La República Argentina es un país vasto, complejo y diverso. Inmerso aún en un proceso inacabado de construcción de sus bases y fundamentos. Y también de su inabarcable  y fracturada territorialidad. En la conciencia de la joven población argentina no parece anidar aún la idea del territorio como instrumento de realización, riqueza y poder. Cada tanto, ese desapego aparece en forma de declaraciones de políticos dispuestos a entregar porciones de nuestro territorio nacional por considerarlas innecesarias o directamente onerosas. ”Pfizer no pidió los hielos continentales, ni las Islas Malvinas, bueno, las Islas Malvinas se las podríamos haber dado”. Fueron las temerarias afirmaciones de Patricia Bullrich – de montonera a super ministra de seguridad – durante una entrevista televisiva al referirse a las negociaciones entre el gobierno nacional y la farmacéutica de los Estados Unidos por la compra de vacunas contra el Covid-19. Anida en sus mentes y en sus corazones.

En tiempos de una desembozada antidiplomacia (Tokatlián, 2024), el riesgo de la verticalidad geopolítica se multiplica exponencialmente. Aún pendiente nuestra integración territorial, el mayor desafío que enfrentamos es cómo revertir la presión e influencia de potencias globales que han operado y operan para desvertebrar nuestra territorialidad y desunir a las poblaciones.

Mirando de reojo a China, los Estados Unidos de Trump pone sus fichas en Argentina. Nuestra rica tradición de política exterior parece ceder ante iniciativas personales orientadas a sostener alianzas coyunturales de tipo ideológico. En un país con una débil conciencia territorial, carente de medios adecuados a la inmensidad de su espacio geográfico y a las puertas de una nueva crisis de deuda, que cada nuevo empréstito agiganta, rendir el interés argentino a las necesidades geopolíticas de Washington supone un riesgo mayúsculo. ¿Cómo opera ese sigiloso avance sobre el territorio? Veamos:

  1. Los jefes del Comando Sur de los Estados Unidos visitaron la Argentina en varias ocasiones en los últimos dos años. Laura Richardson lo hizo en 2024 y Alvin Halsey en dos ocasiones en 2025, hasta el momento. Las visitas a lo que será el “Polo Logístico Antártico” en Ushuaia dan cuenta de la relevancia del área estratégica austral para la mirada norteamericana. Un espacio de alta sensibilidad geopolítica. Vital para los intereses de seguridad de la Argentina. Y vital para nuestra inacabada integridad territorial. Nuevas redes de aprovisionamiento, enclaves portuarios, estaciones meteorológicas y oceanográficas, etc. van conformando un espacio geopolítico que, aún sujeto a nuestro débil control soberano, se diseña para atender necesidades de actores foráneos.
  2. A tono con esta peculiar mirada sobre los intereses nacionales, desde 2017 se vienen desarrollando unas reuniones bilaterales anuales denominadas “Maritime Staff Talks” entre los Estados Unidos y la Argentina. La última edición tuvo como anfitriona a la Armada Argentina y, de las “staff talks” se pasó sin solución de continuidad a un ejercicio combinado en el terreno, a pocos kilómetros de la ciudad de Ushuaia, donde militares argentinos y marines de los Estados Unidos se desplegaron en una de las zonas más sensibles y vulnerables de nuestro territorio.
  3. Los acuerdos no tan difundidos entre la Guardia Nacional del Estado de Georgia, que desde 2016 ha sido seleccionada como la operadora del Programa de Asociación Estatal (SPP) del Comando Sur de los Estados Unidos para la República Argentina (país asociado), y las Fuerzas Armadas de nuestro país avanzan en ese mismo sentido. Hacia finales de agosto pasado, el gobernador de Georgia, Brian Kemp, visitó la Argentina en el marco de una gira por Latinoamérica. Estuvo acompañado por el General Richard Wilson, titular de la Guardia Nacional del Estado de Georgia. De acuerdo a lo informado en diversos medios periodísticos, el General Wilson tenía previsto supervisar la realización de un ejercicio combinado con militares argentinos en las instalaciones del Complejo Nuclear Atucha, donde funcionan las centrales nucleares Atucha I y Atucha II. El complejo es operado por la empresa Nucleoeléctrica Argentina, que el actual gobierno decidió someter a privatización.
  4. Allí, en el Complejo Nuclear Atucha, se construye el Reactor Nuclear Argentino CAREM, la primera central de potencia de diseño íntegramente argentino para la producción de electricidad y otras aplicaciones, en el segmento de los reactores modulares pequeños (SMRs, por su sigla en inglés). El pasado 19 de septiembre, la Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en convertirse en “socio contribuyente” del “Programa de Infraestructura Fundamental para el Uso Responsable de Tecnología Nuclear de los Estados Unidos” (FIRST). El Programa en cuestión funciona dentro del Departamento de Estado de los Estados Unidos, bajo la órbita de la Oficina de Control de Armas y No Proliferación. Su objetivo es acelerar el despliegue responsable de reactores nucleares especialmente en países que requieran de esta tecnología para satisfacer sus necesidades energéticas. Los Estados Unidos se encuentra en pleno desarrollo de nuevos y más amplios centros de datos e inteligencia artificial en su confrontación estratégica con China. Estos centros demandan enormes cantidades de energía que pueden ser atendidas con la tecnología CAREM.
  5. ¿Por qué la Argentina es un socio crucial para los Estados Unidos?, planteó de modo retórico Gracelin Baskaran, directora del programa de minerales críticos del think tank Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). Por su potencial como proveedor de cobre en un escenario de ampliación de la brecha entre oferta y demanda, impulsada esta última por las ambiciones tecnológicas de los Estados Unidos. “Es difícil ver cómo el mundo satisfará la demanda de cobre necesaria para centros de datos y transmisión de energía sin la Argentina”, afirmó Baskaran, y precisó que en 2024 los Estados Unidos “…consumió 1,6 millones de toneladas métricas de cobre refinado, siendo el segundo mayor consumidor de cobre del mundo…” aunque “su rol en la cadena de provisión es limitado: da cuenta de solo 5,1% de la producción del mineral y 3,3% de la producción de cobre refinado”.
  6. A través de su programa de asistencia humanitaria, el Comando Sur de los Estados Unidos construyó dos Centros de Operación y Coordinación ante Emergencias, uno en la ciudad de Neuquén y otro en la ciudad de Resistencia; ambos localizados en inmediaciones de los principales aeropuertos que funcionan en las citadas localidades y próximos a, en un caso, la segunda reserva de gas y la cuarta de petróleo no convencionales a nivel mundial, y, en el otro, a la ruta comercial estratégica para el transporte de granos a nivel global. ¿Cuál es la razón de que estas donaciones no fueran canalizadas a provincias de menores recursos y con más frecuencia de desastres naturales?. Este tipo de instalaciones son proyectadas como verdaderos espacios “extraterritoriales” de los Estados Unidos, adaptables a las necesidades que eventualmente puedan surgir de las evaluaciones de seguridad que se formulen. Son potencialmente transformables desde su configuración inicial declarada (cooperativa/humanitaria), para satisfacer requerimientos de inteligencia y materializar, poco a poco, una progresiva presencia de personal militar extranjero en el país.
  7. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos (USACE) y la Administración General de Puertos (AGP) suscribieron en 2024 un Memorándum de Entendimiento para profundizar el intercambio entre ambas agencias, con énfasis en la eficiencia en la gestión de las vías navegables, el desarrollo de infraestructura y el equilibrio ambiental. La USACE administra la hidrovía del Mississippi, que comparte varias características con la VNT – Vía Navegable Troncal argentina. Ambas son columnas vertebrales del comercio internacional de las cosechas agroindustriales. “Nuestros países reconocen los objetivos compartidos de garantizar operaciones portuarias de vías navegables eficientes y transparentes en medio de dinámicas ambientales en evolución, incluyendo las realidades del cambio climático y la necesidad de mejorar las medidas de seguridad para combatir actividades ilícitas en las operaciones de vías navegables”. De la protección global de los ‘commons’ y los discursos que apelan a una supuesta neutralidad científica, pasaremos a la conversión en ‘commons’ de áreas geográficas soberanas dotadas de infraestructuras y recursos estratégicos críticos.

Para finalizar. El repliegue agresivo de los Estados Unidos es la configuración a través de la cual se dinamiza el dominio hegemónico hemisférico. Militarización sobre el espacio geopolítico de seguridad más próximo. Diplomacia bilateral y coercitiva como herramientas para disciplinar a la región. Instrumentos que operan fraccionando los territorios. Procurando conectar áreas productivas y espacios de conocimiento a circuitos de transporte y comercio continental; y, al mismo tiempo, desconectando esas áreas y esos espacios del entramado territorial próximo y de las necesidades de las comunidades que allí habitan. “Islas de conocimiento y productividad” apuntaladas para abastecer necesidades críticas surgidas en el marco de disputas geopolíticas ajenas. En torno a ellas, se van conformando espacios habilitados para asegurar una presencia operativa en el terreno. Verticalidad geopolítica dura. No se puede renunciar al ejercicio de la diplomacia en estas condiciones. No se puede postergar más el diseño de una “Estrategia Nacional” en la que todos los instrumentos del estado y sus recursos de poder se coordinen para alcanzar nuestro horizonte de futuro proyectado.

Notas:

(1) Distante unos 75 km de Lima, se ubica el complejo portuario de Chancay, el mayor puerto de aguas profundas de Sudamérica, construido e inaugurado en 2024 por la empresa estatal china Cosco Shipping Company.

(2) El Golfo representa más del 95% de toda la producción de petróleo y gas de los Estados Unidos. Alrededor de 2200 concesiones permanecen activas, aunque sólo unas 450 están produciendo petróleo actualmente. Trump prometió agilizar los procedimientos y facilitar los permisos para perforar. Declaró una “emergencia energética” y eliminó una serie de prohibiciones, normas ambientales y de seguridad laboral que habían sido incorporadas en los años posteriores al desastre de Deepwater Horizon en 2010.

(3) En aquel año, Panamá rompió su vínculo diplomático de décadas con Taiwán en virtud de las exigencias de Pekín, que considera a la isla como una “provincia renegada”.