Por Aníbal Germán Torres *
“Jesús aportó la gran novedad
del reconocimiento de la dignidad de toda persona”
(Digitas infinita n° 19).
Hace casi 60 años, San Pablo VI se convirtió en el primer Pontífice en hablar en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (la ONU). Ocurrió el 4 de octubre de 1965. De esa intervención se recuerda el énfasis con el cual el recordado Papa Montini dijo ante la Asamblea General: “¡Nuca más la guerra, nunca más!”. Como sabemos, las necesidades y los intereses de la geopolítica mundial han hecho surgir con el paso del tiempo otros foros multilaterales, aunque más reducidos. Un ejemplo de esto es el llamado G7, que reúne a las democracias consideradas -por cierta perspectiva hegemónica- como las más avanzadas del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido). El pasado viernes 14 de junio ocurrió un hecho inédito para este organismo: Francisco se convirtió en el primer Papa en participar de la reunión de dicho Grupo y sus aliados. Lo hizo a través de la invitación que le cursó la Primera Ministra italiana, Georgia Meloni, anfitriona de la última reunión del G7, realizada en el hotel resort “Borgo Egnazi”. Al encuentro también fueron invitados otros líderes, como el presidente de Brasil (en su calidad de presidente pro tempore del G20) y el primer mandatario argentino.
El Santo Padre viajó hasta el sur de la península itálica para exponer ante los líderes mundiales la perspectiva de la Santa Sede sobre la inteligencia artificial (IA). Según trascendió, al arribar el Papa, Meloni le dijo afablemente: “Su presencia es un gran regalo. Gracias”. Luego diría que se trató de una visita “histórica”. Y en verdad así fue. : Reuters
En este contexto, quiero destacar que el Papa Francisco sigue con gran atención el desarrollo de la IA. Debe tenerse en cuenta que le dedicó su mensaje de la edición 2024 de la Jornada Mundial por la Paz, y -como dijo el 14 de junio-el Vaticano impulsó desde 2020 la iniciativa “Rome call for IA Ethics”, con el objetivo de dar una dimensión ética a los algoritmos. Grandes corporaciones de la actual fase del capitalismo, como Microsoft o IBM, ya se han sumado a esta iniciativa vaticana. Pero el discurso ante el G7 sin dudas marca un hito, no sólo por lo histórico de la presencia del Santo Padre en la cumbre, es decir, de la participación del principal portavoz del cristianismo en el mundo, sino también por el alto significado del encuentro para la política y la economía internacional.
A continuación reparo en algunos de los señalamientos más destacados de Francisco, en su discurso titulado “Un instrumento fascinante y tremendo”, donde reflexionó “sobre los efectos de la inteligencia artificial en el futuro de la humanidad”. Me parece importante destacar que esto lo hizo en continuidad con su Magisterio Social, un corpus de textos que la reconocida teóloga Emilce Cuda considera como una “obra maestra” en sí misma, por su coherencia interna y su lúcido discernimiento de los signos de este tiempo. De ahí que enel discurso papal sobresalieron las alusiones expresas a sus encíclicas sociales Laudato Si’(2015) y Fratelli Tutti (2020), pero mencionando también la Declaración Dignitas infinita del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, organismo que preside el Cardenal argentino Víctor Manuel “Tucho” Fernández, estrecho colaborador de Francisco. Este último documento fue publicado el pasado 2 de abril, coincidiendo con el 19° aniversario del fallecimiento de San Pablo II, de quien Francisco tomó la expresión “dignidad infinita” para aplicarla a la persona humana, creada por Dios Padre y redimida por Cristo Jesús. Así, en un contexto de adormecimiento en la conciencia de muchos de la noción de dignidad inalienable del ser humano, la Sede Apostólica plantea una defensa valiente, profética e integral de la misma, en cualquier circunstancia, alertando sobre un listado (no exhaustivo) de “violaciones graves de la dignidad humana”: el drama de la pobreza, la guerra, el trabajo de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales, las violencias contra las personas, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de las personas con discapacidad, la teoría de género, el cambio de sexo y la violencia digital.
Ante los magnates del G7 y sus aliados, y desde el discernimiento evangélico, propio del método de la Doctrina Social de la Iglesia, el primer Papa latinoamericano señaló el carácter intrínsecamente ambiguo de la revolución tecnológica que supone la IA, es decir, lo que tiene de positivo junto con lo que posee de negativo: “El tema de la inteligencia artificial, sin embargo, a menudo es percibido de modo ambivalente: por una parte, entusiasma por las posibilidades que ofrece; por otra, provoca temor ante las consecuencias que podrían llegar a producirse. No podemos dudar, ciertamente, de que la llegada de la inteligencia artificial representa una auténtica revolución cognitiva-industrial, que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social caracterizado por complejas transformaciones de época. Por ejemplo, la inteligencia artificial podría permitir una democratización del acceso al saber, el progreso exponencial de la investigación científica, la posibilidad de delegar a las máquinas los trabajos desgastantes; pero, al mismo tiempo, podría traer consigo una mayor inequidad entre naciones avanzadas y naciones en vías de desarrollo, entre clases sociales dominantes y clases sociales oprimidas, poniendo así en peligro la posibilidad de una ‘cultura del encuentro’ y favoreciendo una ‘cultura del descarte’”.
También, con un énfasis antropológico, el Papa recordó que “nuestra capacidad de construir herramientas, en una cantidad y complejidad que no tiene igual entre los seres vivos, nos habla de una condición tecno-humana”.
Sin dudas en el corazón de la exposición del Pontífice estuvo la dimensión ética, de la que no puede quedar excluida la IA: “Hablar de tecnología es hablar de lo que significa ser humanos y, por tanto, de nuestra condición única entre libertad y responsabilidad, es decir, significa hablar de ética”. Esto supone recuperar la dimensión de decidir, como componente del discernimiento, que es propio de la persona humana, cuya dignidad, como dije al mencionar el documento vaticano, es infinita. Francisco refirió: “El ser humano, en cambio, no sólo elige, sino que en su corazón es capaz de decidir. La decisión es un elemento que podríamos definir el más estratégico de una elección y requiere una evaluación práctica. A veces, frecuentemente en la difícil tarea de gobernar, también estamos llamados a decidir con consecuencias para muchas personas. Desde siempre la reflexión humana habla a este propósito de sabiduría, la phronesis de la filosofía griega y, al menos en parte, la sabiduría de la Sagrada Escritura. Frente a los prodigios de las máquinas, que parecen saber elegir de manera independiente, debemos tener bien claro que al ser humano le corresponde siempre la decisión, incluso con los tonos dramáticos y urgentes con que a veces ésta se presenta en nuestra vida. (…) Está en juego la misma dignidad humana”.
El Papa expresó su preocupación de las asimetrías concretas que la IA puede agravar, al tiempo que insistió en la necesidad de alertar ante cierto adormecimiento de la noción de dignidad humana, como se plantea en Dignitas infinita: “De este modo, no sólo se corre el riesgo de legitimar la difusión de noticias falsas y robustecer la ventaja de una cultura dominante, sino de minar también el proceso educativo en ciernes (in nuce). (…) Poner de nuevo al centro la dignidad de la persona en vista de una propuesta ética compartida. Se registra una pérdida o al menos un oscurecimiento del sentido de lo humano y una aparente insignificancia del concepto de dignidad humana. Pareciera que se está perdiendo el valor y el profundo significado de una de las categorías fundamentales de Occidente: la categoría de persona humana”.
Puesto que sabe muy bien que “ninguna innovación es neutral” y que la “dimensión de poder que es constitutiva de la tecnología incluye siempre, de una manera más o menos explícita, la visión del mundo de quien la ha realizado o desarrollado”, Francisco insta a la perspectiva ética en la IA, hablando de “algorética”. Según entiendo, aquí está el corazón de su propuesta: “Con el fin de que estos instrumentos sean para la construcción del bien y de un futuro mejor, deben estar siempre ordenados al bien de todo ser humano. Deben contener una inspiración ética. (…) En el término ‘algorética’ se condensa una serie de principios que se revelan como una plataforma global y plural capaz de encontrar el apoyo de las culturas, las religiones, las organizaciones internacionales y las grandes empresas protagonistas de este desarrollo”.
Y esto es muy importante, porque se corre el riesgo de “dar paso a un paradigma mucho más peligroso, que ya he identificado con el nombre de ‘paradigma tecnocrático’. No podemos permitir que una herramienta tan poderosa e indispensable como la inteligencia artificial refuerce tal paradigma, sino que más bien debemos hacer de la inteligencia artificial un baluarte precisamente contra su expansión”.
Así, hacia el final de su intervención, el Papa interpeló a los líderes políticos para que se hagan cargo de la situación descrita: “es precisamente aquí donde urge la acción política, como recuerda la encíclica Fratelli tutti. (…) ¡La política sirve!”. A lo cual Francisco agregó: “Mi reflexión sobre los efectos de la inteligencia artificial en el futuro de la humanidad nos lleva así a la consideración de la importancia de la “sana política” para mirar con esperanza y confianza nuestro futuro. Como he dicho en otra ocasión, la sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes. Sólo una sana política podría liderarlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. De esa manera, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común”.
A partir de lo expresado en el exclusivo Foro inter gurbernamental y del reconociendo a su liderazgo moral y global, no es casual que muchos de los líderes presentes en la cumbre del G7 hayan mantenido reuniones bilaterales con el Papa Francisco, en la tarde de lo que fue una jornada histórica. Así, el Santo Padre se reunió con Zelenski (Ucrania), Lula Da Silva (Brasil), Biden (Estados Unidos), Macron (Francia), Trudeau (Canadá), Narendra Modi (India), Erdogan; Tebboune (Argelia), Ruto (Kenia), y Georgieva (FMI). Llamativamente, y como transcendió en la prensa, el líder libertario Milei no solicitó un encuentro con el Papa, sin reparar que, además de compatriota, es un Jefe de Estado.
Para el G7 y sus aliados, pero también para todo el mundo, Francisco nos recuerda, una vez más, que la tecnología, éticamente abordada, es para servir a la infinita dignidad humana y no al revés. Nuestro mundo lacerado por la crisis socio-ambiental, por conflictos bélicos que nos colocan ante una “Tercera Guerra Mundial en partes” y por una política muchas veces cortoplacista y sin rumbo, necesita de una voz profética coma la suya. Quien quiera oír que oiga.
* Aníbal Germán Torres Doctor en Ciencia Política y profesor universitario.