ACTUALIDAD DE UN CLÁSICO PERONISTA

Algunas anotaciones a propósito de Megafón o la guerra, de Leopoldo Marechal

Por Roberto Retamoso *

UNO. “Actualidad de un clásico” bien podría ser una redundancia, o una tautología, si nos atenemos al concepto de clásico que alguna vez propuso Jorge Luis Borges, ya que todo clásico se caracteriza por detentar esa propiedad [1].  Mientras que el adjetivo peronista introduciría otra figura, cara para la perspectiva borgeana, el oxímoron, al que el diccionario de la Real Academia define como la “combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador”.

Sería un oxímoron, para la mirada liberal y conservadora de Borges, porque de un engendro peronista no podría esperarse algo “profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término”.

Y sin embargo… Y, sin embargo, la novela póstuma de Leopoldo Marechal contiene esos rasgos, ya que es profunda como el cosmos y admite interpretaciones ilimitadas, por no decir infinitas.

¿Por qué? … Porque a pesar de que refiere en su comienzo a un hecho concreto de la historia argentina -de la tragedia argentina, también podría decirse-, como fue el fusilamiento del General Juan José Valle en 1956, cala la superficie de tal hecho para adentrarse en el suceder de la patria, signado por la sempiterna lucha entre las fuerzas extranjerizantes de la oligarquía, y las ansias -nunca cumplidas plenamente- de emancipación, por parte del pueblo argentino.

DOS. Lo anterior nos enfrenta con problemas interpretativos fundamentales a la hora de pensar -y leer- la ficción marechaliana. Es cierto que Megafón… se origina en, y parte de, un hecho histórico real, pero no lo hace al modo de las narraciones que aspiran a representar los hechos tal como fueron. Una crónica periodística, por ejemplo, intentaría hacerlo de esa manera. Y aunque no se trate exactamente de una crónica periodística, otra gran obra que refiere a esos sucesos ominosos de junio de 1956 –Operación Masacre, de Rodolfo Walsh-, soslaya deliberadamente toda o cualquier ficcionalización de la historia, limitándose a utilizar procedimientos y recursos propios de los relatos ficcionales para narrar hechos reales (de ahí la adscripción de su texto, que postulan algunos, al género de la no ficción, caracterizado por narrar eventos reales por medio de técnicas características de los relatos ficcionales) [2].

Lo de Marechal, claramente, es otra cosa. Es la narración de un evento histórico, junto con la de su contexto y sus consecuencias, pero de un modo absolutamente ficcional, ya que introduce personajes y hechos que no son representaciones fidedignas de personas y sucesos que hayan existido verdaderamente. Ni Megafón ni sus desopilantes y entrañables acompañantes existieron, pero no por ello dejan de leerse como auténticas duplicaciones del Mundo y de la Historia, a los que remiten permanentemente.

Por otra parte, esa duplicación se practica utilizando un lenguaje complejo, hecho de registros diversos, en el que proliferan las formas literarias. La fábula de Megafón es una fábula mito-poética, por un lado, y místico-teológica, por el otro, sin abandonar por ello su condición de relato enraizado en experiencias y manifestaciones populares.

De manera que, desde el punto de vista discursivo, Megafón o la guerra se lee como un texto plural, polifónico e híbrido, donde una diversidad de voces se reconocen, haciendo que todos y cada uno de sus enunciados deban interpretarse como expresiones de lenguajes sumamente heterogéneos: el de la teología, el de la ontología o de la metafísica cristiana, el de la tradición poética occidental desde sus orígenes hasta nuestros días, el del habla popular correspondiente a vertientes folklóricas rurales y urbanas, el de la diversidad de las clases que han poblado y pueblan nuestro país.

Pero, además, y como si todo ello no fuese suficiente, la novela de Marechal se lee como una enorme e irrisoria parodia. Como una parodia de los héroes populares, de sus seguidores, de las gestas y de las luchas que llevan adelante, tanto como de los personajes con quienes deben enfrentarse.

En Megafón o la guerra prácticamenteno hay lugar para sujetos y acciones serias, que pudieran concebirse como pertenecientes a los géneros elevados, según la taxonomía que estableció Aristóteles en su Poética, quedando casi todo relegado al plano de lo cómico, y por lo tanto, bajo [3].

Es notoria la vocación de Leopoldo Marechal por las formas de la comedia o la sátira, en tanto géneros, en desmedro de la epopeya o la tragedia, que serían, según Aristóteles, los géneros que se corresponden con las acciones elevadas que practican los personajes de condición noble, semidivina y aristocrática.

¿Supone ello una opción ideológico y política? … La escritura de Marechal autoriza esa interpretación. Siendo un escritor peronista, que nunca abjuró de semejante estado -en su novela se nombra, jocosamente, como poeta depuesto, en correspondencia con denominaciones como Gobernante Depuesto, Militar Depuesto, Cura Depuesto, Juez Depuesto, Profesor Depuesto o Cirujano Depuesto, donde la deposición se reconoce, de inmediato, como consecuencia de la identidad peronista de todas esas figuras-, parece lógico que, para representar al peronismo, utilice lenguajes bajos según los términos de la taxonomía aristotélica.

Pero ello estaría en las antípodas de lo degradado o inferior. Por el contrario, lo bajo en Marechal sería un lugar impuesto por cierta visión oligárquica, del que se apropia para resignificarlo, siguiendo la típica operación discursiva de inversión semántica que supo practicar el primer peronismo, al adueñarse de expresiones como cabecitas, grasitas o descamisados, adjudicándole sentidos y connotaciones favorables.

Porque las confrontaciones que ese primer peronismo practicó en el campo de la cultura de la época -hoy se le diría batalla cultural– muchas veces suponían eso: hacer suyos léxicos y lenguajes propios de las clases dominantes, dándoles vuelta como un guante, para hacerles decir exactamente lo contrario de aquello que pretendían significar.

Acaso ésa la razón por la cual, si no la totalidad, al menos la mayor parte de Megafón o la guerra termina leyéndose como una inmensa parodia. De las prácticas y políticas de una oligarquía cipaya que ha usurpado el poder, desde ya, pero también de las políticas y prácticas de un pequeño grupo insurgente y partisano que ha decidido emprender una guerra en contra de quienes someten al pueblo, entregando las riquezas de la patria a la voracidad del capital extranjero.

TRES. Lo anterior, empero, no resuelve la totalidad de las preguntas que impone la lectura de la obra. Porque parece lógicamente válido que se parodie al universo criticado -donde descuellan representaciones ficcionales de personajes como Pedro Eugenio Aramburu o Álvaro Alsogaray-, pero lo parece menos, o simplemente no lo parece, que se parodie a los personajes donde se encarna la épica liberadora del pueblo argentino. Puesto que eso son Megafón y sus compañeros: la encarnación de una épica redentora.

Permítasenos, en consecuencia, esbozar otra hipótesis interpretativa. Megafón es objeto de parodia (del griego para y oide, canción o poesía burlesca) porque su autor y creador no quiso construir un héroe al estilo de Héctor o Aquiles, ni tampoco al modo del Cid en la tradición hispánica, sino que quiso engendrar una figura que se aproxima, en todo caso, al Quijote de la Mancha.

En efecto: no resultaría indebido postular que Megafón tiene algo de quijotesco en su actuar, en su cosmovisión, en los combates que libra, no porque lo haga contra figuras fantasmáticas, sino porque sus duelos están teñidos por investimentos absurdos, cuando no insensatos.

Todos los combates que libra Megafón están marcados por esas características. Es sabido que el fusilamiento del General Valle desató en él una incitación a la guerra, que debía librarse en dos órdenes ontológicos: el de la batalla terrenal, por una parte, y el de la batalla celestial, por otra. Es así que su milicia maniobra a partir de comandos escogidos para cada ocasión, llevando a cabo operaciones como La Invasión al Gran Oligarca, El Psicoanálisis del General o La Biopsia de Creso, o la acción final que realizan, el asalto al Château des Fleurs en el Tigre, irremisiblemente ligada a la batalla celeste.

CUATRO. Esperando no agotar al lector con una hermenéutica que nunca concluye, quisiéramos postular ahora un cierto sentido de la parodia que se practica, respecto del accionar de las fuerzas insurgentes conducidas por Megafón.

Hemos dicho que los personajes ficticios de Megafón o la guerra duplican al Mundo y la Historia que contienen a la novela, y de los cuales ella habla. ¿Y cuáles eran ese Mundo y esa Historia? … Evitando tópicos y datos por todos conocidos, deberíamos señalar, simplemente, que la novela sale a la luz, como suele decirse, en el marco del ascenso de las luchas populares, protagonizadas centralmente por el peronismo, en contra de la dictadura militar que gobernó al país entre 1966 y 1973.

Del mismo modo, deberíamos asimismo recordar que, en dicho marco, cobran un papel fundamental las organizaciones armadas peronistas, entre ellas Montoneros, que surgiría a la vida pública el mismo año de la publicación de la novela, con el secuestro y ejecución de Pedro Eugenio Aramburu, realizados un mes antes de la muerte de Marechal.

Desde ese punto de vista, no resultaría desatinado afirmar que la parodia de una guerrilla condenada al fracaso bienpudo haber sido una forma de aludir, alegóricamente, a determinados componentes de la realidad en ciernes.

No hay pruebas decisivas que sustenten esta interpretación, pero el devenir de la insurgencia peronista en gestación no parece haber sido algo desconocido para Marechal, como lo demuestra el libro de Juan Manuel Abal Medina Conocer a Perón. [4]

Como sea que haya sido, para un humanista católico como Leopoldo Marechal la cruel lucha armada acaso no haya sido un camino aceptable. Y a pesar de poder haber tenido una clara simpatía por jóvenes revolucionarios como Fernando Abal Medida, es probable que la opción de vida por él asumida no haya contado con el beneplácito del autor de Megafón o la guerra.

CINCO. Nombramos a este artículo como “Actualidad de un clásico peronista”. Tampoco en este caso es necesario abundar en razones.

Baste decir, simplemente, que en Megafón o la guerra hay tanto una implacable crítica de los sectores y las personas que entregan al país, como una amorosa mirada de los sujetos que resisten a pesar de todo, y una elección ética que marca, sin sangre, el camino liberador de las luchas populares.

* Roberto Retamoso es profesor y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Rosario


[1] En “Sobre los clásicos, ensayo perteneciente a Otras inquisiciones Borges expone su concepto de clásico. Allí dice, textualmente: “Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término.” Borges, Jorge Luis: Obras Completas, Buenos Aires, EMECE, 1974.

[2] Cfr.: Amar Sánchez, Ana María: El relato de los hechos. Rosario, Beatriz Viterbo, 1992.

[3] Cfr.: Aristóteles: Poética, Madrid, Aguilar, 1972.

[4] Abal Medina, Juan Manuel: Conocer a Perón. Buenos Aires, Planeta, 2022.