por Leandro Arteaga
Un estado de la cuestión
La situación del cine argentino es crítica y la actividad está paralizada. En el diálogo periodístico que sostengo con gente del sector, los comentarios son taxativos: “es la primera vez que no tengo trabajo”, me dijo hace días una destacada realizadora y montajista; una definición lamentablemente fácil de reencontrar entre colegas. El caso local, santafesino, agrega una preocupación mayor, ya que no existe una Ley de Cine. Es una paradoja que la provincia de Santa Fe sea la única de la Región Centro -junto a Córdoba y Entre Ríos- sin un marco legal que incentive la producción audiovisual; hacer cine es un trabajo que suscita trabajo, una máquina virtuosa, que despierta una rueda económica allí donde hace pie: hospedajes, traslados, catering, alquileres, etc. Si esto está comprobado, y lo está, ¿por qué en Santa Fe no hay Ley de Cine?
Pero vamos al marco mayor, nacional. El cine es una máquina económica y también simbólica. Sin embargo -¿o por eso mismo?- está en una situación crítica; algo que suena contradictorio. El INCAA (Instituto de Cine y Artes Audiovisuales) es un ente autárquico, en sus arcas ingresa un dinero constante (Fondo de Fomento Cinematográfico), pero está paralizado. De manera sintética, aquí algunas de las medidas de la actual gestión del INCAA, bajo la dirección del economista Carlos Luis Pirovano, en funciones desde 2024:
-El Fondo de Fomento Cinematográfico surge de la venta de entradas y el gravamen a las publicidades en medios de televisión y radiodifusión; de este Fondo, solo un 20% ha pasado a estar destinado a la producción de películas.
-Prácticamente se anuló la cuota de pantalla, medida tendiente a garantizar la exhibición de cine argentino en salas. Se eliminó también la continuidad semanal, garantizada por la venta de entradas que superen la cantidad mínima requerida; es decir, el exhibidor ya no está obligado a dejar en cartel la película argentina luego de la primera semana.
-Si la productora cinematográfica ya fue beneficiada con un subsidio, podrá pedir otro luego de transcurrido un año. Algo que contradice la lógica de producción, ya que las compañías trabajan con varios proyectos a la vez.
-Las películas argentinas que se estrenan por estos días, surgen de apoyos y subsidios otorgados por el INCAA años atrás; en otras palabras, desde el comienzo del gobierno de Milei, no ha comenzado el rodaje de ninguna película con apoyo del INCAA.
-Un dato de color, nada menor: los jurados designados para tales concursos trabajan ad honorem.
-Se lanzó un Concurso de Largometrajes para productores de películas que hayan superado los 75 mil espectadores. Y también el Concurso Audiovisual Multiplataforma, para “jóvenes creadores de contenido” de TikTok, Instagram, YouTube y Twitch.
Algunas consideraciones
Me parece pertinente recordar cuando, durante la pandemia, las películas argentinas no podían acceder a las salas y tenían estreno por Cine.Ar; la cantidad de clics, todos los jueves, fue asombrosa. Lo pude comprobar desde el diálogo con muchos directores y directoras que entrevisté, quienes estaban ilusionados con la gran cantidad de audiencia conseguida. Se abría todo un panorama por descubrir. Todo aquello se fue desvaneciendo, hasta llegar a la actual situación; a la que debe sumarse la decisión de invisibilizar las plataformas gratuitas Cine.Ar, Cine.Ar Play y Cine.Ar Estrenos, ahora dependientes de la Secretaría de Comunicación y Medios de la Presidencia de la Nación, a cargo de Manuel Adorni.
Como corolario, el titular del INCAA, Carlos Pirovano, se jacta en entrevistas de ver Homo Argentum por TikTok. Todo encastra perfecto: las “grandes audiencias” que garantiza Guillermo Francella, y los “nuevos creadores” que circulan por las redes. Como se sabe, nada ocurre por combustión espontánea, antes bien, es por procesos históricos. En este sentido, alguna vez la propia comunidad cinematográfica deberá permitirse una autocrítica. Como dice Nicolás Prividera: ¿cuáles fueron las películas argentinas que criticaron al macrismo? En este camino, habrá que subrayar la lamentable gestión de Luis Puenzo como presidente del INCAA, una desilusión que hizo posible, también, todo lo que ahora ocurre.
Solo un comentario más. El apoyo fervoroso de Milei a Homo Argentum, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, tiene correlato con la visita al cine que en su momento hiciera el entonces presidente Mauricio Macri con su esposa, para ver la comedia Me casé con un boludo (2017, Juan Taratuto). Tanto un caso como el otro revelan, antes que el gusto por cierto tipo de películas, la adhesión a un modelo de producción: el cine como una maquinaria controlada por los designios del mercado. Nada impide, aun en estos casos, que puedan realizarse buenas películas; no es ese el punto. Lo que sobresale es el proyecto de un control empresarial sobre el negocio cinematográfico.
Estaría bueno pensar lo siguiente. A los norteamericanos, demócratas o republicanos, no se les ocurre hablar en contra de su propio cine. A nosotros sí. Peor aún, nos jactamos de no mirar cine argentino y emitimos “juicios de valor”; cuando, en rigor, no lo miramos. Una espiral demente. Que valida lo que sucede.