El esquema económico elegido por Javier Mieli
Por María Celina Calore *
Iniciando el segundo año de gobierno de Javier Milei el esquema económico planteado por su Ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, mostró sus primeras tensiones en uno de los frentes que el gobierno creía controlados: el cambiario. Las presiones sobre el tipo de cambio y el drenaje de divisas se intensificaron durante los primeros meses de 2025, empujando al Gobierno a acelerar un nuevo acuerdo con el FMI que lo rescatara con fondos frescos para llegar a las elecciones sin grandes sobresaltos macroeconómicos.
Recordemos que, luego de la devaluación histórica del mes de diciembre de 2023, el esquema cambiario planteado se basó en un crawling peg o tasa de devaluación mensual del 2% durante el año 2024, que se redujo al 1% mensual a partir de enero de 2025. Este mecanismo de devaluación mensual por debajo de la tasa de inflación funcionó como ancla central para la desaceleración inflacionaria prometida a la sociedad. Sin embargo, las tensiones aparecieron por las inconsistencias del modelo económico.
Durante 2024, el régimen cambiario fue “exitoso” porque hubo dos puentes: en la primera mitad del año, una fuerte recesión que bajó el nivel de importaciones, la postergación de una parte de las mismas y la emisión de BOPREALES para patear deuda comercial del sector privado. En la segunda mitad, el sector externo cerró gracias al blanqueo y el incentivo –carry trade mediante– al crédito en moneda extranjera. Desactivadas esas variables, enero y febrero comenzaron a mostrar lo insostenible del régimen cambiario. Marzo profundizó la dinámica, con un saldo de 16,6% de caída en las reservas internacionales, producto de intervenciones del Banco Central para sostener el tipo de cambio, la caída de depósitos en dólares y la salida de divisas por importaciones y turismo emisivo.
Desde su llegada, Milei apostó a un shock de ajuste para eliminar el déficit fiscal, reducir la inflación y devolver confianza a los mercados. La desaceleración del ritmo inflacionario fue, sin dudas, el mayor logro que el gobierno supo mostrar a costa de la recesión y la caída imparable del consumo masivo, aunque el rebote inflacionario durante el mes de marzo (3,7% mensual) dio cuentas de la insostenibilidad de la política antiinflacionaria basada en el atraso del tipo de cambio y la caída del salario real y jubilaciones.
Hasta aquí, el experimento libertario, basado en el ajuste fiscal extremo y la desregulación, ha dejado resultados dispares: mientras que algunos indicadores muestran cierta estabilización, el costo social de las medidas ha sido altísimo. El ajuste también ha redefinido ganadores y perdedores. Entre los ganadores se encuentran los sectores exportadores, como la minería y la energía, y los importadores que se han beneficiado de la liberalización de mercados, la reducción de regulaciones y la apreciación del tipo de cambio. También el sector financiero y especulativo ha encontrado ventajas en la estabilidad cambiaria y la rentabilidad de los instrumentos financieros en dólares, consolidando un modelo de valorización financiera donde la rentabilidad proviene más de la especulación que de la producción real.
Por otro lado, los grandes perdedores han sido los sectores industriales orientados al mercado interno, que han enfrentado una caída de la demanda, el encarecimiento de
maquinarias e insumos y una mayor competencia con productos importados. La construcción, que históricamente ha dependido de la inversión pública, ha sufrido una parálisis casi total. Los trabajadores del sector público y los jubilados han visto una fuerte reducción en su poder adquisitivo debido a la política de ajuste. Finalmente, el comercio minorista y las pymes, golpeados por la caída del consumo que no muestra señales de recuperación.
Pero si hay algo que preocupa aún más es el nuevo rumbo que eligió el gobierno para el devenir de la matriz económica argentina: la reprimarización productiva y la apertura comercial, junto a la financiarización de la economía como pilares; y el abandono de la industria y destrucción del mercado interno como consecuencias de la desprotección del sector de mayor absorción de mano de obra. Este planteo argentino de una mayor dependencia de sectores poco diversificados se desarrolla sin contemplar que atravesamos una coyuntura internacional hostil, con mayores barreras comerciales y un renacer proteccionista de Occidente, comandado por la potencia mundial EE.UU.
El rescate del Fondo, que se materializa en un nuevo endeudamiento por 20.000 millones de dólares, tuvo como requisito la eliminación parcial del cepo y un nuevo esquema cambiario de flotación entre bandas de cotización del dólar ($1.000 a $1.400), desnudando el fracaso del esquema inicial planteado por Caputo. Pero no es el único condicionamiento del FMI, el acuerdo insiste nuevamente con reformas estructurales que debe cumplir Argentina, incluyendo una nueva reforma previsional planteando la suba de la edad jubilatoria y de la cantidad de años de aportes, así como reformas laboral y tributaria.
Si nuestro país ya tenía hipotecado el futuro con el endeudamiento contraído durante el gobierno de Macri, este nuevo préstamo agudiza la dependencia y el sometimiento de la política económica argentina al organismo internacional.
* Licenciada en Economía (UNR). Maestranda en Economía Política (FLACSO). Directora CESO Santa Fe.