Por Hugo Olguín *
Diversos medios especializados en la actividad agropecuaria, resaltan cotidianamente el aporte que hace el sector a la riqueza nacional, acompañando esta información con análisis detallados acerca de los márgenes de rentabilidad de los distintos cultivos, no faltando nunca una meticulosa referencia a la presión tributaria que “sufre” el que denominan genéricamente “campo” que, -según también recuerdan- aporta dos de cada tres dólares de exportaciones, dos de cada diez dólares al producto bruto interno, uno de cada cuatro pesos recaudados por el Estado nacional y uno de cada cinco puestos de trabajo.
No se puede discutir que tanto los cálculos micro como los agregados económicos que publican, han permeado en gran parte de la sociedad, pero no hacen mención ni analizan las desventajas que ha generado el proceso de concentración de la producción agropecuaria que se acentuó a partir los años noventa.
Un análisis un poco más pausado, nos alertará que estos mensajes no son solo ilustrativos, informativos o académicos, ni tampoco inocentes, sino que forman parte de la construcción de un relato por parte de aquellos que se autoperciben como líderes de un sector que históricamente ha pretendido hegemonizar el crecimiento y el desarrollo del país y, al que le aguarda, de seguir sus propuestas, un destino venturoso[1].
Ya sea a través de los resultados que arrojan los censos nacionales agropecuarios, de espaciada temporalidad y que hacen las veces de “foto” de distintos momentos del sector, o a través del volumen informativo periódico existente al respecto y que permiten interpretar la “película” de su recorrido, en cualquiera de ambos casos, se coincide con la expresión del título del presente artículo y que encuentra sustento en siguiente opinión: “…cerca de un 70% de la producción granaria es llevada adelante por unos sesenta mil productores pequeños y medianos y el 30% restante por grandes explotaciones que abarcan a unos diecisiete mil grandes establecimientos, es decir en forma muy concentrada…”[2].
Si se insiste en esta paradoja inconsistente de divulgar solo los beneficios de la riqueza que año a año brinda el agro, pero no se muestra -con datos objetivos- la forma que adoptó la producción agropecuaria, solo se contribuirá a ocultar e ignorar sus falencias, pero no se impedirán sus consecuencias.
Es por ello que resulta importante trazar un breve repaso de fotos y películas a fin de demostrar que la concentración de la producción granaria del campo argentino constituye un hecho objetivo, omitido, no debatido y, por lo tanto, poco conocido.
Qué dicen las fotos de los censos agropecuarios.
Las siguientes caracterizaciones que surgen del Censo Agropecuario realizado en 2018, dan cuenta del proceso de concentración, que surge del total de tierras censadas:
Se detectaron 849 unidades agropecuarias, es decir aproximadamente un 0,3% del total, caracterizadas como “terratenientes” –dado que explotaban, cada una, más de 20.000 hectáreas-, y poseían aproximadamente 33,3 millones de hectáreas -algo así como casi el 21,5% del total disponible[3]– es decir, en promedio, más de 38.000 hectáreas por Explotación Agropecuaria -EAP-; además, entre los más grandes terratenientes se hallan varios extranjeros y empresas multinacionales. El Censo Agropecuario 2018 con cifras definitivas publicadas en 2021 destaca que el total de explotaciones agropecuarias -EAP según el acrónimo del Indec- censadas ascendió a 249.663, distribuidas en aproximadamente sobre un total de 154,8 millones de hectáreas.
En tanto, en el otro extremo, hay casi 149.846 pequeños productores que explotan menos de 200 hectáreas que representan el 65% del total y disponen de casi 17,9 millones hectáreas, una proporción de menos del 11,5% de la superficie.
En todo el país se perdieron según lo que informan los censos de 2002 y 2018, casi 70.000 explotaciones agropecuarias –EAP- con límites definidos o cercadas, o sea la casi la cuarta parte de los establecimientos que existían en 2002.
Si se toman las provincias de la Región Centro sumada con la de Buenos Aires, más de la mitad de las EAP censadas –el 51,86%-, se localizan en el segmento de hasta 200 hectáreas y, por otro lado, un poco más del 25% detenta la posesión de más de 500 hectáreas; dentro de este rango, un 13% posee más de mil hectáreas, aspectos que se pueden visualizar en el Cuadro 1.
En la provincia de Santa Fe solo 2.044 EAP de un total de 19.829 poseen más de 1.000 hectáreas, reproduciéndose el esquema de concentración que a nivel total ya que 11.040 EAP –casi el 56%- disponen de menos de 200 hectáreas.
Finalmente, si incorporamos los datos que brindan los censos agropecuarios de 1988, 2002 y 2018, se puede verificar en siguiente Cuadro 2 que, en ese periodo, desaparecieron casi 90.000 establecimientos, es decir el 50% de los que existían en 1988.
Qué información surge de la película.
Las declaraciones efectuadas al Sistema de Información Simplificado Agrícola –SISA- que periódicamente realizan los productores de granos según las normativas vigentes, señalan aspectos que acentúan el carácter que asume al respecto, la evolución de la producción de granos.
Para el caso, a efectos de interpretar lo sucedido con dos de ellos –trigo y soja- en la recientemente finalizada campaña 2023/24, nuestro país contó, con aproximadamente 33 mil productores de trigo y 55 mil de soja[4], que sembraron sobre 5 y casi 14 millones de hectáreas, respectivamente, situación que no ha variado respecto de campañas anteriores, desde que se halla en vigencia este sistema informativo.
El siguiente Cuadro 3, presenta cifras que expresan el grado de concentración de la tierra y por ende de la producción -de acuerdo a la superficie sembrada-, tanto respecto del trigo como el maíz que no merecen mayor comentario.
Conclusiones
Cualquiera fuera el método empleado, censo o informaciones periódicas, queda en evidencia el ajuste estructural en que ha devenido el campo argentino que es el resultado de una larga historia de despojos y disputas[5].
Según argumenta la fuente mencionada, se trata de un despojo que se presenta como una normal relación mercantil entre partes contratantes y que adopta diversas modalidades, ya fuere la compra, el arrendamiento, o contratos accidentales, que se fue imponiendo, en forma “natural”, gradual o aceleradamente, según los distintos periodos, pero en un proceso donde los pequeños y medianos productores fueron cediendo tierras y espacios sociales del que resultaron menos y más extensas explotaciones, en favor de pools, fondos de inversión y fideicomisos.
No se trata, entonces, como expresó el actual vice presidente de la Sociedad Rural Argentina[6], que la expulsión de unos 120 mil productores agropecuarios desde el año 2000 se debe “…a la aplicación de impuestos distorsivos y retenciones…”; en todo caso, el constante desplazamiento de una masa creciente de pequeños y medianos agricultores, se desenvolvieron en condiciones inducidas
por las mayores exigencias de capital y los nuevos paquetes tecnológicos7.
7 Tampoco recuerda Pereda que el gobierno de Néstor Kirchner refinanció las deudas de 13.592 productores en el año 2004, que se salvaron de la quiebra y también se “olvida” que durante los gobiernos de Alberto y Cristina se devolvieron las retenciones a unos 56.000 en cada caso, respectivamente.
Además de los perniciosos efectos sociales, medio ambientales, e incongruencias logísticas, se suma a que, desde el punto de vista de la Economia Política, se fue –y se va- acumulando mayor poder en manos de los mayores productores, dado que la valoración de sus existencias que se cotizan en moneda de exportación permiten asegurar que, más allá de la eventual volatilidad de precios, los colocan en una posición diferente respecto de otros actores de las restantes cadenas productivas, cuyos valores se miden en moneda local.
Esta situación diferencial ubica a estos grandes jugadores como principales beneficiarios en las disputas en la distribución del excedente como resultado de las tensiones desatadas por la devaluación de la moneda local, -cuando son ellos mismos quienes presionan para concretarla- ejerciendo su poder de mercado, pudiendo postergar decisiones de venta, o desplegar distintas estrategias especulativas, o de carácter financiero, o hasta presionando para obtener una relación pesos/dólar más favorable.
Su diferente posición con los restantes actores de la cadena es otra emergencia de esta concentración no sólo por lo inicuo de la relación, basada en una brecha de más de trecientas veces con los productores medios sino mucho mayor en relación a los más pequeños.
Entonces, debe quedar claro que el campo no es uno sólo, ni son todos iguales, sino que son tan distintos que merecen también tratamientos diferenciales.
Un mensaje muy reclamado por los productores pequeños y medianos del campo y los directamente vinculados con su destino economico, tales como cooperativas, acopiadores, federaciones de productores, bases agrarias, entre muchos, es tomar en cuenta algunos de sus reclamos: una nueva ley de arrendamientos rurales y una eficaz segmentación del campo, por ejemplo, a la hora de la aplicación de los derechos de exportación.
* Hugo Olguín es CPN, integra la Agro Corriente
[1] Al respecto, David Ricardo –economista y político inglés de siglo XIX- proponía, con similar intención, pero con otros intereses, un profundo alegato –basado en su teoría de los costos comparados-, en favor de la producción de bienes industriales, sosteniendo que, con esa especialización, lograría, dado sus ventajas comparativas, el mayor beneficio para toda la sociedad inglesa.
[2] Expresiones de Omar Príncipe presidente de la organización Bases Federadas, ex presidente Federación Agraria, en relación a lo que denomina el «Otro Campo» y el papel de los pequeños productores rurales, en el programa “Marca de Radio” conducido por Eduardo Aliverti el 03 de agosto de 2024.
[3] El Censo Agropecuario 2018 con cifras definitivas publicadas en 2021 destaca que el total de explotaciones agropecuarias -EAP según el acrónimo del Indec- censadas ascendió a 249.663, distribuidas en aproximadamente sobre un total de 154,8 millones de hectáreas.
[4] Además, hay que apuntar que esta cantidad informada de productores, se halla sobre representada, ya que como la misma normativa aclara, existen productores que siembran granos en distintas provincias.
[5] “Apuntes sobre la concentración de la tierra en la Argentina: entre la apropiación terrateniente y la expansión del capital, una historia de despojos y disputas. Algunos planteos teóricos iniciales: desposesión y concentración” Gabriela Martínez Dougnac
[6] Entrevista del periodista Carlos Pagni en La Nación Más, el 19 de marzo de 2024, al vicepresidente de la SRA quien luego de afirmar que “…que éramos unos 350 mil chacareros en el año 2000 y ahora somos unos 220 mil…” expresó esta frase que, viniendo de esta fuente, resulta histórica “…Argentina es un país que no necesita tantos fertilizantes –urea y fosforo- porque sus tierras son realmente muy calificadas y productivas y por tal razón insumen no más de 150 kgs. por hectárea…”; “…en tanto Brasil, EEUU o los países europeos, requieren 500 kgs. de fertilizantes por hectárea…”, con lo cual está reconociendo que el campo argentino, al menos en materia de granos, posee una renta diferencial de la tierra no solo nacional sino internacional.