Por Aldo Felices *
Eso que llaman “clima de época”, responde por lo general a un comportamiento cíclico cuya frecuencia es efecto de macro-intencionalidades, aunque su determinación no es única: algo parecido a lo que en física es la resultante de un sistema de fuerzas, representadas para el caso por: apreciación del tipo de gestión, eficiencia de la estrategia comunicacional, expectativas generacionales, valoración de estilos, entre otras. Desde luego, despreciar cualesquiera de las componentes de esta multideterminación, es un error.
Conviene prestarle atención al constante efecto de macro-discursos que direccionan nuevas certidumbres, enunciados aparentemente sólidos e incuestionables, expresados por enunciantes provistos de un semblante de saber, portadores imaginarios de una verdad. Gente seria, como escuché decir más de una vez.
El macro-discurso no hace sino ocultar detrás de lo que él mismo postula, los efectos que provoca su implementación: deuda impagable, enajenación de los recursos naturales, compromiso de la soberanía, desindustrialización, etc. Se presenta como un paradigma marco, capaz de dar soporte serio a las premisas de una economía ordenada y sobre todo, previsible. Estrategia de probada eficiencia, basta con evocar la efectividad del voto cuota.
Una vez que esas “lógicas” se instalan, son muy difíciles de remover puesto que se produce una identificación a la supuesta verdad que encierra el discurso. Recordemos que la estructura argumental de la convertibilidad se extendió más allá del período correspondiente al mandatario que la instaló, quien por otra parte, se fue siendo el candidato más votado.
Por otro lado y complementariamente el topo, el verdadero Topo, no se deja ver, opera a través de micro-intrusiones, se infiltra en el discurso corriente y lo hace utilizando el movimiento rizomático de significantes que aportan a la causa a través de su insistencia y la multiplicidad de su significación: casta, corrupción, orden, transparencia, libertad … hay más. En algún punto la polisemia del lenguaje y la arbitrariedad del significante remiten o habilitan a una cierta vacuidad de significación que es muy bien aprovechada por la intencionalidad del decir.
La verdadera casta no habla de casta, habla refiriéndose a ellos mismos de, “los nuestros”, “los nosotros” y orientan los enunciados para que otros, en otros campos, jueguen a la popa mancha para localizar a quienes les cabe el mote. En otras palabras, la casta Real siempre se expresa desde un lugar de exterioridad, ulteriormente garantía de impunidad. Se despliega en un ambiente garantizado. Les alcanza con juntarse, no necesitan unirse. Para hacer algún negocio es suficiente juntarse con tal y cual inversores, tomar un café, más tarde celebrar el éxito comercial, volver a encontrase para aprovechar la próxima oportunidad, o de lo contrario, si te he visto no me acuerdo.
En otros espacios, menos protegidos, a quienes pretenden mejorar condiciones de la comunidad y hacerlo sin fines de lucro, es decir, llevar adelante una acción política y noble, valga la redundancia, más les vale que puedan conformar un grupo unido en la concepción primero y en la acción después. De lo contrario no sólo tendrán que resignar el objetivo que se proponen sino que además la pueden pasar muy mal, especialmente si lesionan los intereses de los pertenecientes al primer grupo, a saber, la casta.
En la misma línea, pero en el plano de la acción pública, un funcionario puede elegir entre tres alternativas: hacer negocios, transcurrir o gestionar. Para ejecutar la primera de estas posibilidades sólo es necesario no equivocarse en la elección de los cómplices. La segunda opción requiere un comportamiento políticamente correcto, luego la permanencia en el cargo estará garantizada. El desafío político instituyente, el que se propone mejorar el estado de cosas, exige comprometerse con la gestión y para eso es necesario unirse organizadamente. No es lo mismo cumplir responsabilidades institucionales, los que transcurren lo hacen bastante bien, que asumir responsabilidades de gestión.
Retomando el hilado del texto, la gestión en tanto tal, sin la participación en el discurso corriente a través de la totalidad de los canales disponibles y una estrategia comunicacional inteligente, queda desamparada. Doce años de muy buen gobierno no fueron suficientes para consolidar el efecto de gestión, otras fuerzas conquistaron territorios emergentes de la comunicación, desplegaron sus discursos y movieron el resultado.
Más tarde, no-gestión y sin protagonismo en las plataformas donde se juega gran parte de la comunicación, la oportunidad quedó servida en bandeja para la colonización del discurso político, luego de lo cual casi todo es posible. Por ejemplo ganar una elección presidencial sin que el candidato explique cómo hará lo que promete hacer. Proponerse como el redentor de … lo que sea, ya hablamos del vacío de significación. Aceptar un “no importa cómo, lo importante es que … “, nuevamente lo que sea.
Así las cosas, los manotazos de ahogados no resultan conducentes. No se puede hacer nada con aquellos que se identifican a la propuesta mesiánica. Se desvanecerá cuando caiga el discurso que sostiene al mesías, no antes. La identificación es un mecanismo inconsciente. Punto.
Es imposible elevar el nivel de discusión política en un puñado de meses, entre otras cosas y ante todo, porque habría que volver a instalarlo y eso lleva su tiempo. Entretanto una tal discusión no impacta ni logra interesar a los eternamente desinteresados en estos asuntos.
De un lado, el silencio atronador de un letargo operativo, da cuenta de la detención de un movimiento. Un necesario nuevo recorrido debe arrancar desde el estado de reposo, tendrá que ser unidos.
Del otro lado, saben muy bien adónde apuntan, tienen problemas más de orden tácticos que estratégicos. En este último punto, se protegen valiéndose de una ideología muy clara, a la que han logrado hacer prevalecer. Ahora, están dotando al macro-discurso de macro-indicadores, si logran consolidar esa combinación accederán a un nuevo préstamo que tanto necesitan, por parte de un organismo que tiene muchas ganas de prestarles. O alguien cree seriamente en el culebrón que presenta a las negociaciones como dificultosas?
No están trabajando solos, ni sólo para los años que quedan hasta el final de este mandato, sino para los de un nuevo período.
* Aldo Felices es Psicólogo, Licenciado en Sistemas y Militante