Por Hugo Domingo Bruera *
Este 14 de Octubre, comenzó con conmoción y tristeza por el fallecimiento de nuestro maestro y excelso compañero, el infatigable militante peronista Lorenzo Pepe. Sin embargo, me niego a adjetivar esta muerte como infausta. Muy por el contrario, significa su paso a la inmortalidad que nos invita a disfrutar intensamente de sus enseñanzas, ahora grabadas en tinta, en las redes y en la memoria, en ejemplos y anécdotas que las huellas del paso de sus intensos 93 años, desde hace un tiempo nos estaban privando, por la costumbre de esperarlo físicamente.
Lo conocí personalmente en la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados que él presidía, cuando me tocó ser enlace del Ejército Argentino. Sus convincentes charlas transmitían un profundo amor a la Patria y a sus Fuerzas Armadas de la democracia, como componente fundamental de la política de defensa nacional.
Reivindicaba la política como actividad noble, recordando a sus pares que, gracias a ella, el estado de derecho volvió a la Argentina y el respeto y la dignidad fue devuelto a las personas. Denunciaba que el desprecio a la política terminaría sentando a los poderosos, a los gerentes de las multinacionales en esas bancas y reclamaba valentía para salir del atolladero en que nos había metido la globalización.
Había nacido en Sáenz Peña Provincia de Buenos Aires en 1931 y como coincidíamos en el día, los 22 de agosto, festejábamos con un cafecito más largo entre relatos y recuerdos de su infancia. Su padre era un severo socialista que un día escuchando la radio descubrió al Coronel Perón y les contagió el entusiasmo. “Sabe General -me decía con pesadumbre-los padres no abrazaban antes”. Sus estudios secundarios lo habían titulado de Técnico Mecánico, la Escuela Superior Peronista, brindado “Capacitación sindical” y más adelante se había capacitado como “Idóneo en Legislación Laboral”
Su vibrante oratoria, la voz segura y potente, su estampa enhiesta, los gestos histriónicos, su capacidad para interpretar a la Argentina sufriente y el espíritu combativo fueron abriéndole camino en el ámbito gremial ferroviario; su hábitat laboral desde los 17 años y en la esfera política. Su militancia lo ubicó entonces como Congresal Nacional, presidente del Partido Justicialista de Tres de Febrero y durante veinte años en una banca del Congreso, a la que dio carácter honorable con célebres discursos y consecuentes proyectos
Su fervor por la soberanía nacional hizo que desde ese escaño se ocupara de que el parlamento y el pueblo reconociera a quienes pelearon por nuestras Islas Malvinas, instituyendo las Medallas de Honor y pensiones de guerra, también de temas referentes la Antártida Argentina y los patriotas que allí cumplen servicio. Visitó y homenajeó al célebre pionero antártico, General Hernán Pujato y se emocionó al abrazarlo en el Hospital Militar donde este pasaba sus últimos años. El Ejército Argentino, distinguió a Lorenzo con la “Medalla al Mérito Civil” y el la lucía orgulloso en cada ceremonia patria.
El trabajo, las coincidencias ideológicas y políticas nos fueron uniendo y en las distendidas charlas de escritorio, contaba con satisfacción, que durante la conscripción, en el Liceo Militar General San Martín – edificio donde Perón cursó su Colegio militar, aclaraba- había sido distinguido como Dragoneante. También allí había debutado en el calabozo y en su quijotesco afán justiciero, aún me pedía ubicar al oficial que en año 1952 lo había arrestado, para preguntarle el porqué.
Al terminar su diputación, Lorenzo fue nombrado Secretario General “Ad Honorem” del Instituto Nacional Juan Domingo Perón y en su vinculación con el Ejército Argentino, en busca de la difusión cultural, logró instituir ceremonias anuales con participación militar, en el Monolito a los Fusilados de 1956 en Campo de Mayo y en el Colegio Militar de la Nación donde consiguió el emplazamiento de un busto del General Perón, un egresado notable, tres veces presidente de la República ausente de referencias hasta el 2012.
Fue el Impulsor del nombre de “General Ernesto Fatigati”, aquel célebre y prestigioso militar, de gran lealtad al Presidente Perón, que hoy lleva el Centro de Simulación y Experimentación del Ejército Argentino en Campo de Mayo y se regocijó al colocar la placa que rememora a Ramón Carrillo en el Servicio de Neurología del Hospital Militar Central, donde el célebre médico trabajó en la década del 40.
Entre otras historias, me viene a la memoria aquel día del militante de 2006. Ese 17 de noviembre, coincidimos en la cochera de la CGT junto al féretro del General Perón, organizando la cureña castrense que llevaría los restos a San Vicente. Me contaba de sus cinco veces apresado y despedido del ferrocarril por las dictaduras militares y democracias incompletas y controladas. “Mire Coronel, ¿Usted sabe lo que es llegar a su casa y decirle a la patrona, no tengo más trabajo? ¿Sabe lo que es que le caigan unos tipos y se lo lleven a empujones delante dela esposa y el hijo?” La fidelidad al General y a sus propias convicciones, como la de tantos peronistas, no fue gratis.
Lorenzo fue un compañero para disfrutar, para recrearse. Lo acompañé en el Instituto, como nexo con el Archivo General del Ejército en sus investigaciones, porque me maravillaba su esfuerzo por proteger la historia por la que había luchado y en cada dato encontrado salía un recuerdo de su boca. Sus anécdotas con Perón, el abrazo en Puerta de Hierro, la vuelta, la visita de De Gaulle y el gremio que le cantó la Marsellesa, sus historias con la familia paterna, cuando el 17 de octubre del 45 lo encontró en esa plaza con sólo14 años, presenciando el nacimiento del movimiento popular. El noviazgo y matrimonio con su querida Perla, esposa militante que dirigía los valiosos servicios sociales aportados, con el jardín maternal Evita, el jardín de infantes Perla Pepe, el centro de formación para personas con discapacidad, la sala maternal, entre otras obras. Todo un legado reconocido por los bonaerenses de 3 de Febrero.
Extrañaremos a Lorenzo porque su presencia copaba los ambientes, quizás sintamos que nos quedamos con gusto a poco al racionalizar su ausencia, pero luchó y construyó demasiado por su Patria soberana como para no tenerlo siempre presente y transmitir su legado. Dios lo ampare en su gloria y en un merecido descanso eterno junto al General.
* El autor es General de Brigada (R) – Ex Secretario general del Ejército Argentino