POLÍTICA INDUSTRIAL, COMPETITIVIDAD Y PERSPECTIVA FEDERAL

claves para el desarrollo productivo argentino

por Lic. Guillermo Moretti *

Cada vez que en nuestro país se impone un proceso de derecha en el gobierno, éste cae en recurrentes políticas “neoliberales” que sostienen el ajuste por el ajuste mismo, políticas que conllevan a un proceso de des industrialización, estas achican el mercado interno, producen desempleo y, consecuentemente, conducen a una decadencia social absoluta.

Sin embargo, en el mundo desarrollado, ya en la tercera década del siglo XXI, se da prioridad en la agenda a la política industrial, se la pone en el centro de la escena, manteniéndola y potenciándola.

Hasta hace poco, la pregunta giraba en torno a si los gobiernos debían o no actuar con políticas que favorezcan la industrialización de manera activa. Actualmente, de ese pensamiento restrictivo se pasa a la certeza proactiva global de cómo hacer más y mejor política industrial. En este contexto, Argentina necesita encontrar una estrategia propia que le permita adaptar la experiencia internacional en pos del desarrollo productivo, social, económico y federal. Porque, no hay país en el mundo, con más de 40 millones de habitantes, con una distribución equitativa de la riqueza, que no sea un país industrial.

El camino de la industria se cruza de manera directa con la agenda de la competitividad. En nuestro país hoy, la productividad que las cadenas de valor consolidan puertas adentro de las fábricas, se pierde puertas afuera.  La infraestructura y conectividad insuficientes, la logística deficitaria, la superposición tributaria, la volatilidad macroeconómica, el aumento de costos en dólares y la falta de financiamiento son algunos de los factores que impactan de manera negativa sobre la competitividad argentina. Prueba de ello es que, durante la última década, se perdieron alrededor de 40.000 empresas que generaban empleo, abastecían al mercado local y exportaban al mundo.

Otro dato a contemplar es que, a pesar de la recuperación que hubo desde el año 2021 hasta fines del pasado año, el casi 15% de la caída de la actividad –que se pronunció en el primer semestre de 2024- está afectando a la industria en general pero, particularmente, al segmento de las pequeñas y medianas industrias (PyMI).

Retomando el eje de discusión, avanzar en la agenda de la competitividad y de la política industrial es darle músculo a uno de los tejidos productivos más importantes de la región. Las industrias de todo el país representan el 20% del PBI, más de 1.200.000 trabajadores registrados (que, a su vez, generan entre  2 y 3 puestos de trabajo indirectos por cada empleo industrial) y sueldos que están un 35% por encima del promedio de la economía.

La política industrial que Argentina necesita, requiere un abordaje integral que potencie e incentive la inversión nacional. En su Libro Blanco, la Unión Industrial Argentina (UIA) plasmó sus propuestas, consensuadas entre las regionales, en tres dimensiones:

  • Cuatro ejes prioritarios, con cuatro iniciativas parlamentarias claves para impulsar la inversión, el empleo, el entramado industrial y las exportaciones en el corto plazo.
  • Propuestas para un Desarrollo Federal con acciones para cada región.
  • Medidas orientadas a dar un salto de productividad y competitividad.

En paralelo, nuestro país exige una nueva ley para pequeñas y medianas empresas (PyME) que maximice el potencial en cada región, con incentivos claros y concretos. Argentina tiene corazón e identidad PyME que expresa un gran dinamismo, eficiencia y capacidad de abastecer al mercado interno, exportar y ser proveedor de empresas extranjeras que se instalen en el país.

Para que esta agenda logre, de manera indivisa, una movilidad virtuosa, se deberá superar las lógicas de los falsos dilemas: agro versus industria, Estado versus mercado, capital versus trabajo, mercado interno versus mercados externos, por mencionar sólo algunos. A partir de la complementariedad de sectores y de la generación de cadenas de valor, la política industrial va a dar respuesta a los desafíos que Argentina tiene por delante.

La evidencia internacional es más que clara en este sentido.  Aún habiendo dado respuestas a la competitividad, teniendo macroeconomías estables e incentivos a la producción, la mayoría de los países -Brasil y Estados Unidos por citar dos casos- se preocupan por potenciar sus cadenas de valor frente a la competencia desleal, cuidando sus mercados e industrias.

A modo de ejemplo, en nuestra región, Brasil lanzó el plan Nueva Industria Brasil (NIB). En la primera etapa del plan a diez años -que se implementará entre el 2024 y 2026-, se destinarán USD 60.000 millones -2,6% del PIB- al desarrollo integral de la industria brasileña. El objetivo que se plantea NIB es generar las condiciones para una industria sustentable y competitiva, enfocándose en seis misiones: alimentación, salud, infraestructura, transformación digital, bioeconomía y defensa nacional.

Los cambios tecnológicos, la innovación aplicada a los procesos productivos, el nuevo mapa geopolítico -con jugadores como China que buscan capturar mercados como el argentino- y las oportunidades de negocios en nuestro país -energía, minería, alimentos, entre otros- son indicadores claros de que Argentina necesita superar sus retos económicos, sociales y territoriales desde una política industria integral.

Y eso implica, como ya se mencionó, desarrollar una mirada productiva estratégica que consolide los encadenamientos regionales para seguir poniendo en valor nuestro potencial industrial.

La única manera que Argentina nos contenga a todos, es que sea un país industrial.